Sé un pájaro, no te canses de ti.

Como decíamos ayer… que decía el maestro al volver. Todos somos alumnos y aprendices de todo. Y si en el último escrito yo recomendaba como Séneca que: “Debemos dar paseos al aire libre, para refrescarnos y levantar el ánimo respirando profundamente al aire libre.” Esta semana me ha tocado aplicármelo a mí, abotargado y cansado de mí.

Hoy he salido a los campos cercanos, con nubes y vientos que despejan y te hacen llenarte de la fuerza de la naturaleza. Tras el cansancio del trabajo del fin de semana y de no terminar de dormir bien y de volver a cansarme de ciudad, me he dicho: duerme como un bebé y a la Fuente del sol a respirar bien. Nubes, viento, rapaces y cigüeñas planeando y uno solo en el campo. Yo he de reconocer que con eso soy feliz, aunque necesite mucho más.

Gracias al texto de la pasada semana: Todo pa,lante con Seneca delante me he aplicado mi propia medicina. Hay que predicar con el ejemplo y saber cuándo se atora uno, hay días para todo.

Otra buena decisión para no caer en la parálisis por análisis, en el tedio y el aburrimiento es hacer algo diferente cada día o cada semana. Somos muy animales de costumbres y, a veces, no nos atrevemos o no nos ponemos con otras actividades o cogemos nuevos caminos. Al final, un día por otro, todos nos aburrimos de nosotros mismos en algún momento. Pero yo hace semanas que no me ponía al inicio del día la tarea de “haz algo diferente” que me había propuesto al principio del año. Y ayer me dije -con lo que yo he sido al volante-: “Guille coge la bici que te pareces a Forrest Gump”. Y hoy: “sal a caminar por los pinares que necesitas que te dé el aire chaval, que estás abobado.” Y así, cambiando un poco cada día, conocemos rutas distintas, cogemos otras calles, vemos y conocemos a personas distintas, aprendemos otras maneras de tomar aire y no cansarnos de nuestras rutinas y de nuestras obsesiones. Y sin tomarnos muy en serio, ni repetirnos, vemos la vida cambiar con nosotros de espectadores. Aunque nadie respire igual y tú no hayas cogido mis bocanadas de esta mañana, ni yo las tuyas. Volvemos a tomar aire y a andar, al final, incluso juntos, después de parecer veletas dislocadas que diría Bambino.

También es verdad que hay demasiados pájaros en la ciudad




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