Uno va a Santander, dos llegan a China.
Para un chico de provincias como yo, un par de días en la bahía de Santander dan para mucho: volver a descubrir el mar soñado, pasear entre unas atmósferas y luces muy diferentes, conocer rostros nuevos y pensar mientras estás al solaz.
¿Nunca debí salir de Valladolid? ¿Por qué he vuelto siempre a ella, aún después de enamorarme de todos los mares y mujeres de España? ¿Cómo hago para seguir con mi gente y mi querida vida en Valladolid mientras paso más mares ratos en la costa?
Voy a ser breve y conciso conmigo mismo y con ustedes, intentar alambicar en este breve ejercicio de post reflexión, alguna respuesta interesante que nos haga pasar un buen rato y avanzar si acaso.
Lo primero sería decir que, a día de hoy, yo no cambio a mi niño, mi familia y amigos de ayer y de mañana por nada. Más sabiendo que una buena vida se sustenta en ello y que ya, con tanta juventud acumulada, uno no creó un hogar y no se le ha perdido nada por ahí. Pero tampoco me conformo con disfrutar de bellas ciudades, montañas y mares en unas cortas vacaciones al año. Y, por supuesto, aunque nunca llegue a escribir como Julio Camba, ni emigrar a la Argentina como un gallego que coge un bus marítimo un lunes con sol.
Así pues, de tanto volver a Valladolid y ahora con la frente marchita, uno piensa que fue valiente por mantener los lazos más importantes que le eran esenciales y ahora gozarlos todos los días, pero que también fue cobarde por no conquistar plenamente una libertad de surcar los mundos que siempre soñó. Yo he viajado, he vivido y he sido un muy mal ahorrador, pero he volado mucho con mi imaginación y con la belleza del arte, con la música y la lectura. Siempre fui loco y ahora algo más prudente, gracias a Gracián. Ahora sé agradecer la suerte que me tocó todos los días, a quien me ayuda, y a mi buena suerte labrada en tréboles, a mis preguntas y a mi curiosidad que no me dejan cejar. Ahora, más mayor y con las cosas más claras y en buena forma, gracias al paseo y a haber elegido las cosas importantes que quiero en mi vida, aún sin dinero, me propongo pasar más ratos con quien quiero y en donde quiera; sereno, tranquilo y sabio. Y aunque me queda un mundo por aprender, lo conseguiré, porque ahora lo tengo claro y perseveraré. Así de claro.
Es un remedio chino y universal, lo tenemos en nuestra botica pero… ¿Cuántas veces lo busqué y lo buscamos fuera?
El cómo hacerlo e ir mejorando, lo podemos buscar juntos en próximos escritos y comentarios, paseos, charlas, en próximos capítulos, para saborearlo todo un poco más frente al mar.
Ya que “uno va más rápido, pero dos llegan más lejos”.
Muchas gracias por la compañía.
CANCIONES DE INTERIOR Y DE MAR
Mediterráneo, disco completo, Serrat.
Verde pino, verde mastro, Amalia Rodrigues.
Por el azul de este mar, Eliseo Parra.